Voy a contar un sainete muy
parecido al de los Hermanos Quinteros, de las cosas que pasan en el día a día en este país
que es España y que cada día funciona peor.
Le manda un médico a mi hijo una
prueba de diagnóstico, como hay que pedir autorización a la compañía ADESLAS,
me meto en su web con la clave correspondiente y pincho en apartado de autorizaciones,
me digo, mira que bien, como el teléfono para hacer este trámite es un 902,
pues me ahorro unos euros, que bien esta esto de hacer las cosas por internet.
Procedo a meter todos los datos pero veo que falta uno, que debía haber puesto
el doctor, un numero de código correspondiente a la prueba en cuestión, le doy
al botoncito y al rato me mandan un correo en el que me dicen que sin el dichoso código,
nada de nada.
A todo esto mi mujer me va
recordando “ya te dije que me dejaras hacerlo por teléfono cabezón”. Nada que
me voy a tener que gastar parte del capital en teléfono que tenía guardado para
ir mañana a la feria. Llamo y se pone la operadora sudamericana, tan de moda en todos
los servicios de información de las
grandes compañías generadoras de trabajo en España. La simpática señorita me
dice, que sin el código famoso, nada de nada y que llame al Hospital de Fátima,
sitio adonde se van a realizar la prueba de diagnóstico.
Me propongo llamar a Fátima, no
la ciudad portuguesa donde está el santuario de Nuestra Madre, y tras hablar
con cuatro o cinco señoritas o señoras, le explico el tema con el problema del
dichoso código y me dice “dígame lo que pone en el papelito”, yo le contesto “a
lo mejor si lo hubiese escrito un egipcio lo leería pero eso lo ha escrito un médico”,
ella me contesta con toda la gracia del mundo “por qué no va usted a la
farmacia más cercana a que se lo lean y así usted me lo dice y le puedo dar el código
en cuestión”, le contesto “ señorita por favor que estamos en el siglo XXI en
un país supuestamente desarrollado”. Al final se lo voy a mandar por fax para
que lo descifre un egipcio que está allí ingresado, que venía con el circo que está
en la Feria. A todo esto mi mujer coge el dichoso papelito y llamando al 902 de
Adelas, arregla el trámite en un momento, diciéndome acto seguido “te das cuenta
lo cabezón que eres, que el internet no
sirve para anda”. Al final la dichosa clave que el galeno debía de haber puesto
en el papelito, le ha costado al que suscribe lo que vale en la feria una
cerveza y una tapa de tortilla.
Menos mal que ya empieza nuestra
querida feria y el médico, la señorita sudamericana de ADESLA y las cuatro
cinco señoritas de Fátima se vestirán sus mejores galas y a brindar por que los
clientes no se pongan nunca “malos”.
Os deseo que lo paséis bien y
olvidaros por una semana de los códigos.